viernes, 8 de mayo de 2009

Cantabria (y II)

Segunda etapa.

El día siguiente transcurrió entre Santoña y Santander. En Santoña admiramos las marismas con la marea alta, un paraje precioso. Era día de mercadillo y lo instalan en el polígono industrial de la localidad. Las empresas conserveras aprovechan para abrir sus mostradores de venta al público y, aconsejados por un amable vecino, nos dirigimos a una empresa en particular, de la que he olvidado el nombre pero que recuerdo tenía tres enormes anchoas pegadas a su fachada. Compramos muchas anchoas en frasco de cristal a buen precio, así como bonito y boquerones en vinagre. Nos regalaron un frasco de agujas, por ser el primer cliente del día y por la conversación.


Después de las compras, nos fuimos a Santander. Aparcamos en el paseo marítimo, frente a la playa de la Concha y bajamos hasta la del Sardinero para admirar el paisaje que desde allí se contempla. Sin embargo, era un día ideal sólo para surferos del aire que soplaba y que hacía incómodo y desagradable el paseo. Desandamos el camino hacia arriba, playa del Sardinero, playa de la Concha y playa del Camello y llegamos a los jardines del Palacio de la Magdalena, donde el aire era soportable. Admiramos las vistas del lugar. Se ven las cumbres nevadas de los Picos de Europa por un lado, el faro, las playas, el propio Palacio, el zoo por el otro. Allí comimos, en uno de los restaurantes junto al Casino y luego regresamos al hotel.








El día había ido estupendamente hasta que llegó la hora del Madrid-Barsa. Lo vimos en una cafetería de Laredo, junto a mucha gente, la mayoría culé. ¡Ay, qué disgusto más grande!

En cualquier caso, fue una escapada increíble. Desconexión total. Nos fuimos de Cantabria con el firme propósito de regresar y conocer lo mucho que habíamos dejado de visitar.

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