domingo, 27 de septiembre de 2009
Berlín
jueves, 10 de septiembre de 2009
Auschwitz
Por el camino, la mirada perdida por el paisaje polaco a través de la luna del vehículo, trataba de mentalizarme sobre lo que me iba a encontrar. Como es fácil imaginar, fue del todo imposible.
Yo tenía la garganta atascada, sufría fuertes palpitaciones y todavía no había empezado el recorrido.
Himno de los ausentes
Soy un nombre, Auschwitz,
soy sus letras,
de la A a la Z,
analogía del todo porque todo soy,
el significado de su unión como palabra,
el dolor de su asociación.
Soy "El",
soy "trabajo"
soy "os"
soy "hará",
soy "libres".
Soy el impacto de su perversidad.
Soy la tierra bajo el arco de metal,
cada grano de ella.
Soy el barracón,
soy todas las habitaciones,
cada ladrillo,
cada teja,
cada cristal de ventana,
cada rayo de luz a su través.
Soy cada catre,
las mantas espeluznantes,
cada uno de sus hilos,
cada madero,
cada travesaño,
cada una de sus astillas.
Soy cada zapato, cada bota,
su tacón roto,
su puntera doblada,
los pies imaginados,
los pasos dados,
las suelas gastadas,
los veinte mil pares como hermanos,
hacinados,
repudiados, pisados.
Soy cada lente,
cada monóculo,
todas las gafas
como ojos ciegos arrancados
y los cepillos de dientes,
cada púa, rota.
Soy las maletas,
las direcciones blancas de tiza,
calle, número, ciudad,
nombre, apellidos,
cada trayecto de sus esquinas reforzadas,
cada asa, cada mango,
cada huella de mano,
cada hebilla cerrada.
Soy el pelo,
todo el pelo,
toneladas de pelo,
las alfombras de pelo humano,
las camisas de pelo humano,
el pelo rubio y el moreno,
el mismo color gris para todo el pelo.
Soy la urna de pelo.
Soy las fotos de los rostros,
los retratos de dolor,
los de horror,
los de rabia,
los de miedo.
Soy sus ojos, sus miradas a la cámara,
soy sus ojos, sus pupilas, sus iris,
sus despedidas,
sus últimos recuerdos felices,
sus labios, sus besos,
sus dientes.
Soy la mujer coqueta sonriente,
soy la mujer vieja, la joven
y la niña.
Soy el hombre,
su cabeza sin cabellera,
su ira, su desprecio, su cobardía,
su valentía.
Soy su dignidad aniquilada,
soy su honor,
su protesta y el dolor de su castigo,
soy su ignorancia,
la ceguera voluntaria de su ignorancia,
su gregarismo,
soy uno más de la fila.
Soy la celda,
la celda de castigo,
la celda de más castigo,
soy el cubo de la mierda,
soy el cubículo minúsculo,
soy la postura erguida,
soy la musculatura retorcida,
soy su oscuridad profunda,
soy la cucaracha rastrera,
soy el tiempo congelado entre gemidos,
entre alaridos,
la incertidumbre,
el miedo a morir,
el miedo a morir solo.
Soy el huérfano,
la viuda,
la huérfana y el viudo.
Soy el verdugo,
el rostro sonriente del verdugo.
Soy cada pariente
y todos los parentescos
y el amigo
y también el enemigo.
Soy el delincuente vigilante,
el preso abusador
y su despiadado abuso
y la orden tajante
y la voz estridente de la orden tajante
y la violación impune
y el hambre
y la sed,
la enfermedad,
el intestino vacío,
el parásito y la diarrea.
El insulto soy,
la blasfemia,
la oración,
la bofetada,
el tiro en la frente,
la bala,
la pólvora de la bala,
el gatillo,
el dedo en el gatillo,
la patada en la boca,
el escupitajo,
el charco de escupitajos,
de vómitos,
el montón siseante de andrajos.
Soy el letrero de aviso,
la calavera y las tibias,
el alambre de espino,
cada púa de espino,
la electricidad intermitente,
la duda eléctrica.
Soy el jefe del campo,
el alto oficial de alto rango,
su vivienda de lujo al otro lado del bosque.
Soy su esposa
y sus hijos
y sus graciosas mascotas
y sus desayunos con zumo
y su almohada de plumas.
Soy su reposo
y su conciencia.
Soy su estilográfica,
su firma.
Soy el taconazo a su paso,
su gorra de plato,
su cruz de hierro,
su sentido del deber.
Soy su acatamiento.
Soy sus escrúpulos,
su falta de escrúpulos.
Soy la garita
y el centinela.
Soy su vigilancia
y su sueño nocturno.
Soy su misión y su cometido,
su ausencia del frente de batalla,
soy su carta a la esposa,
soy la foto de su novia.
Soy su trago de saliva,
su disparo certero,
su compasión,
su desprecio.
Soy el fugado.
Soy la represalia.
Soy cada décimo prisionero,
soy el noveno y el undécimo.
Soy el recuento,
soy las horas en pie,
el alba helada,
el crepúsculo gélido,
soy el desnudo en formación,
el desnudo aterido, entumecido,
el desfallecimiento.
Soy la horca del escarmiento,
la cuerda,
el nudo, el crujido del cuello,
la lengua gorda y fuera,
la meada moribunda,
el testigo,
el compañero testigo,
soy el siguiente.
Y soy el tren,
el maquinista,
el vagón miserable,
invisible,
el convoy invisible,
el mal olor a sudor y pavor,
la mano flácida entre las rejas,
el rail, el travesaño, el clavo,
el último tramo.
Soy el cambio de aguja,
soy el operario del cambio de aguja.
Soy a la derecha o a la izquierda.
Soy el destino resultante,
el destino consecuente,
la muerte ahora, la muerte más tarde.
Soy el descargador,
soy los gritos del sargento,
los culatazos del fusil,
las patadas de la bota,
las bromas,
soy la amabilidad engañosa,
soy el hombre por aquí,
la mujer por allí,
el niño con ella,
el hatillo de ropa.
Soy la columna desdichada,
el examen médico,
el diagnóstico,
el más afortunado,
el más desgraciado.
Soy el médico,
su dedo índice,
su ojo clínico,
su juramento de Hipócrates,
el lápiz, la libreta,
el número,
la piel con el número.
Soy la estufa sin carbón,
el hueco negro de su canal frío,
la litera,
la chimenea,
la ducha,
la gran mentira.
Soy la ropa a un lado.
Soy el paso descalzo,
el titubeo,
el pudor,
soy el aseo mentiroso.
Soy el gas mortal.
Soy el Ciclón B, la etiqueta comercial.
Soy la tapa de la lata,
la lata llena,
la lata vacía.
Soy el reciclaje del metal,
la mentalidad del ahorro.
Soy la lluvia letal.
Soy la certeza en el postrer momento,
el fin de la duda.
Soy la húmeda muerte,
los gritos,
la desolación,
la angustia paralizante,
las manos crispadas a lo alto,
los abrazos,
los abrazos buscados,
los abrazos encontrados,
los abrazos vacíos,
los abrazos fallecidos,
los fallecidos abrazados,
los montones de bultos,
desnudos.
Soy el aliento último,
soy la mirada vacía,
la lágrima tardía,
el goteo del difusor.
Soy el cuerpo,
cada cadáver cadavérico,
cada escuálido tatuado miembro,
cada nombre y su eco infinito.
Soy la carretilla con despojos.
Soy la llama,
soy la leña, la puerta del horno,
el cerrojo.
Soy el olor a quemado,
el humo negro,
la columna ponzoñosa.
Soy la solución final.
Soy la puta solución final.
Soy los ausentes.
Cada una de sus presencias.
Soy la atrocidad,
la festividad infernal.
Soy el recuerdo
y soy el olvido.
Soy todos ellos.
Soy el muerto,
el superviviente.
Soy el superviviente muerto.
Soy los muertos. Soy los vivos.
Soy judío.
martes, 8 de septiembre de 2009
Mina de Sal de Wieliczka
En las proximidades de Cracovia (Polonia) se encuentra una instalación minera de sal espectacular. Con más de 300 km de longitud y una profundidad de 327 metros, alberga en su interior todo un mundo construido en sal. Talleres, túneles, bóbedas, capillas, entre las que destaca la de Santa Kinga, un increible templo en el que actualmente se ofrecen servicios religiosos y culturales.
En su interior el microclima es altamente terapéutico (de hecho se realizan tratamientos) dada la puerza de su aire.
La visita es obligada. Sólo puede realizarse con guía especializado y para comenzar se descienden 380 escalones (64 metros) por una angosta escalera. El recorrido termina a 135 metros de profundidad, de los que se asciende por un minúsculo ascensor en el que se aprietan nueve personas (la guindilla para un claustrofóbico que se atreva a realizara esta excursión).
Declarada Patrimonio Natural y Cultural de la UNESCO, no me importó lo más mínimo ser uno del millón de visitantes que recibe al año, y eso que los espacios minúsculos me ponen algo nervioso.
Se puede pasar la lengua por las paredes. Va con los escrúpulos de cada cual.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Cracovia
La ciudad es muy hermosa. Me gustó más que Praga, pero aún no ha entrado el suficiente dinero. todo llegará. Destacan su plaza del mercado, la más grande de tipo medieval de toda Europa, con un ambiente formidable de día y espléndido de noche. Contiene la bella iglesia gótica de Santa María.
Destaca especialmente el castillo real, en el que residieron en su momento los Reyes Católicos y que conserva su dragón (aunque sólo sea legendario).
sábado, 5 de septiembre de 2009
Karlovy Vary
viernes, 4 de septiembre de 2009
Praga
Hay que tener cuidado con las carteras y no sólo por los cacos. Un café capuchino cuesta cinco euros en cualquier terraza. Pero la cerveza es de primera, todo sea dicho.