Estuve en Auschwitz.
Por el camino, la mirada perdida por el paisaje polaco a través de la luna del vehículo, trataba de mentalizarme sobre lo que me iba a encontrar. Como es fácil imaginar, fue del todo imposible.
Al llegar al complejo, adquirimos las entradas y tomamos el receptor de audio y unos auriculares con los que escucharíamos las explicaciones e indicaciones en español por parte del guía.
La guía resultó ser una mujer de unos treinta y tantos, muy delgada, con unos ojos azules clarísimos y una voz dulce y triste. Tras las instrucciones técnicas precisas sobre el material de audio, comenzó la visita.
Yo tenía la garganta atascada, sufría fuertes palpitaciones y todavía no había empezado el recorrido.
Yo tenía la garganta atascada, sufría fuertes palpitaciones y todavía no había empezado el recorrido.
Lo primero que muestran, y por donde se pasa inevitablemente, es la entrada al campo, con el arco metálico en el que se puede leer, en alemán, "El trabajo os hará libres". A partir de ahí, el alma no se recupera, contraída en el rincón más recóndito del cuerpo, suplicando por no ver ni oir lo que los ojos y los oidos recogen y que, ahora, soy incapaz de narrar o describir.
Ni me atrevo. Al menos, hasta que el tiempo me permita digerir semejante impacto emocional. Recuerdo las palabras del conductor de nuestro coche cuando salimos del campo, en silencio, pálidos, todavía con las heridas abiertas por las lágrimas en nuestras mejillas. Dijo: Are you shocked? Era la descripción exacta. Estábamos en estado de choque.
Mi mujer me preguntaba sobre qué podría escribir yo acerca de esta traumática (aunque debiera ser obligatoria para todo ser humano) experiencia. Lo único que me atrevía a pensar era que escribiera lo que escribiese, sólo podría tener un verbo, el verbo "ser" y mis impresiones serían nada más y nada menos que un listado de las cosas que fui y soy al recordar cuanto tuve la oportunidad de conocer en el campo de exterminio de Auschwitz.
De aquel impacto emocional, que, por supuesto, cambió mi concepto de la vida entre mis semejantes y dessemejantes, surgió este "Himno de los ausentes".
Himno de los ausentes
Soy un nombre, Auschwitz,
soy sus letras,
de la A a la Z,
analogía del todo porque todo soy,
el significado de su unión como palabra,
el dolor de su asociación.
Soy "El",
soy "trabajo"
soy "os"
soy "hará",
soy "libres".
Soy el impacto de su perversidad.
Soy la tierra bajo el arco de metal,
cada grano de ella.
Soy el barracón,
soy todas las habitaciones,
cada ladrillo,
cada teja,
cada cristal de ventana,
cada rayo de luz a su través.
Soy cada catre,
las mantas espeluznantes,
cada uno de sus hilos,
cada madero,
cada travesaño,
cada una de sus astillas.
Soy cada zapato, cada bota,
su tacón roto,
su puntera doblada,
los pies imaginados,
los pasos dados,
las suelas gastadas,
los veinte mil pares como hermanos,
hacinados,
repudiados, pisados.
Soy cada lente,
cada monóculo,
todas las gafas
como ojos ciegos arrancados
y los cepillos de dientes,
cada púa, rota.
Soy las maletas,
las direcciones blancas de tiza,
calle, número, ciudad,
nombre, apellidos,
cada trayecto de sus esquinas reforzadas,
cada asa, cada mango,
cada huella de mano,
cada hebilla cerrada.
Soy el pelo,
todo el pelo,
toneladas de pelo,
las alfombras de pelo humano,
las camisas de pelo humano,
el pelo rubio y el moreno,
el mismo color gris para todo el pelo.
Soy la urna de pelo.
Soy las fotos de los rostros,
los retratos de dolor,
los de horror,
los de rabia,
los de miedo.
Soy sus ojos, sus miradas a la cámara,
soy sus ojos, sus pupilas, sus iris,
sus despedidas,
sus últimos recuerdos felices,
sus labios, sus besos,
sus dientes.
Soy la mujer coqueta sonriente,
soy la mujer vieja, la joven
y la niña.
Soy el hombre,
su cabeza sin cabellera,
su ira, su desprecio, su cobardía,
su valentía.
Soy su dignidad aniquilada,
soy su honor,
su protesta y el dolor de su castigo,
soy su ignorancia,
la ceguera voluntaria de su ignorancia,
su gregarismo,
soy uno más de la fila.
Soy la celda,
la celda de castigo,
la celda de más castigo,
soy el cubo de la mierda,
soy el cubículo minúsculo,
soy la postura erguida,
soy la musculatura retorcida,
soy su oscuridad profunda,
soy la cucaracha rastrera,
soy el tiempo congelado entre gemidos,
entre alaridos,
la incertidumbre,
el miedo a morir,
el miedo a morir solo.
Soy el huérfano,
la viuda,
la huérfana y el viudo.
Soy el verdugo,
el rostro sonriente del verdugo.
Soy cada pariente
y todos los parentescos
y el amigo
y también el enemigo.
Soy el delincuente vigilante,
el preso abusador
y su despiadado abuso
y la orden tajante
y la voz estridente de la orden tajante
y la violación impune
y el hambre
y la sed,
la enfermedad,
el intestino vacío,
el parásito y la diarrea.
El insulto soy,
la blasfemia,
la oración,
la bofetada,
el tiro en la frente,
la bala,
la pólvora de la bala,
el gatillo,
el dedo en el gatillo,
la patada en la boca,
el escupitajo,
el charco de escupitajos,
de vómitos,
el montón siseante de andrajos.
Soy el letrero de aviso,
la calavera y las tibias,
el alambre de espino,
cada púa de espino,
la electricidad intermitente,
la duda eléctrica.
Soy el jefe del campo,
el alto oficial de alto rango,
su vivienda de lujo al otro lado del bosque.
Soy su esposa
y sus hijos
y sus graciosas mascotas
y sus desayunos con zumo
y su almohada de plumas.
Soy su reposo
y su conciencia.
Soy su estilográfica,
su firma.
Soy el taconazo a su paso,
su gorra de plato,
su cruz de hierro,
su sentido del deber.
Soy su acatamiento.
Soy sus escrúpulos,
su falta de escrúpulos.
Soy la garita
y el centinela.
Soy su vigilancia
y su sueño nocturno.
Soy su misión y su cometido,
su ausencia del frente de batalla,
soy su carta a la esposa,
soy la foto de su novia.
Soy su trago de saliva,
su disparo certero,
su compasión,
su desprecio.
Soy el fugado.
Soy la represalia.
Soy cada décimo prisionero,
soy el noveno y el undécimo.
Soy el recuento,
soy las horas en pie,
el alba helada,
el crepúsculo gélido,
soy el desnudo en formación,
el desnudo aterido, entumecido,
el desfallecimiento.
Soy la horca del escarmiento,
la cuerda,
el nudo, el crujido del cuello,
la lengua gorda y fuera,
la meada moribunda,
el testigo,
el compañero testigo,
soy el siguiente.
Y soy el tren,
el maquinista,
el vagón miserable,
invisible,
el convoy invisible,
el mal olor a sudor y pavor,
la mano flácida entre las rejas,
el rail, el travesaño, el clavo,
el último tramo.
Soy el cambio de aguja,
soy el operario del cambio de aguja.
Soy a la derecha o a la izquierda.
Soy el destino resultante,
el destino consecuente,
la muerte ahora, la muerte más tarde.
Soy el descargador,
soy los gritos del sargento,
los culatazos del fusil,
las patadas de la bota,
las bromas,
soy la amabilidad engañosa,
soy el hombre por aquí,
la mujer por allí,
el niño con ella,
el hatillo de ropa.
Soy la columna desdichada,
el examen médico,
el diagnóstico,
el más afortunado,
el más desgraciado.
Soy el médico,
su dedo índice,
su ojo clínico,
su juramento de Hipócrates,
el lápiz, la libreta,
el número,
la piel con el número.
Soy la estufa sin carbón,
el hueco negro de su canal frío,
la litera,
la chimenea,
la ducha,
la gran mentira.
Soy la ropa a un lado.
Soy el paso descalzo,
el titubeo,
el pudor,
soy el aseo mentiroso.
Soy el gas mortal.
Soy el Ciclón B, la etiqueta comercial.
Soy la tapa de la lata,
la lata llena,
la lata vacía.
Soy el reciclaje del metal,
la mentalidad del ahorro.
Soy la lluvia letal.
Soy la certeza en el postrer momento,
el fin de la duda.
Soy la húmeda muerte,
los gritos,
la desolación,
la angustia paralizante,
las manos crispadas a lo alto,
los abrazos,
los abrazos buscados,
los abrazos encontrados,
los abrazos vacíos,
los abrazos fallecidos,
los fallecidos abrazados,
los montones de bultos,
desnudos.
Soy el aliento último,
soy la mirada vacía,
la lágrima tardía,
el goteo del difusor.
Soy el cuerpo,
cada cadáver cadavérico,
cada escuálido tatuado miembro,
cada nombre y su eco infinito.
Soy la carretilla con despojos.
Soy la llama,
soy la leña, la puerta del horno,
el cerrojo.
Soy el olor a quemado,
el humo negro,
la columna ponzoñosa.
Soy la solución final.
Soy la puta solución final.
Soy los ausentes.
Cada una de sus presencias.
Soy la atrocidad,
la festividad infernal.
Soy el recuerdo
y soy el olvido.
Soy todos ellos.
Soy el muerto,
el superviviente.
Soy el superviviente muerto.
Soy los muertos. Soy los vivos.
Soy judío.
Es imposible decir nada. NO he podido dejar de llorar y sentir. Gracias por expresar lo que siento
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