El barco se desliza con suavidad alejándose de las piedras a las que estuvo amarrado. Los cuervos nos revolotean con su mal augurio por mí ignorado y, por lo tanto, inofensivo, testigos de nuestro paso. Las aguas del lago Nasser reflejan los rayos del dios Ra y, más allá, el desierto nos abraza.
Abandonadas quedan en la orilla, comidas sus orugas por el lago y el óxido, las grúas que salvaron los templos de la inundiación que supondría la construcción de la presa de Asuán.
Fue un esfuerzo colosal de la UNESCO, que movió templos enteros, de dimensiones fabulosas, para salvar la Historia de todos, lo que demuestra, una vez más, que cuando el ser humano quiere, es capaz de, unido, lograr grandes hazañas. ¿Llegará un día en que tanto esfuerzo, tanta memoria, sea destruida y sólo el viento que recoge las arenas sea el visitante del olvido?
Navego por las plácidas aguas del lago, de templo en templo, pisando las mismas piedras que aquellos que las levantaron, bajo el mismo sol, y me siento inmortal pues otro viajero seguirá mis pasos y tendrá los mismos pensamientos mientras en sus pupilas se refleje el mismo paisaje y el mismo aire cálido sonroje sus mejillas.
Lugares sagrados para ellos, los antiguos, que les prometían y auguraban el tránsito a una nueva vida mejor; lugares sagrados para nosotros, los actuales, que nos recuerdan que ese anhelo de una vida mejor es lo que impulsa a los pueblos a levantarse cada amanecer hasta la llegada del ocaso y cuyo intermedio se alimenta de deseos y promesas de felicidad, de sudores y fracasos, de sonrisas y esperanzas, de fe y de razón... de sueños.
Un paisaje ocre e inmóvil que invita a meditar, que me sitúa en el espacio y en el tiempo y confunde ambos. Majestusoso es su silencio. Observa mi transcurrir minúsculo y en grande lo transforma y me siento hermoso cachorro humano al admirar la obra de los antiguos, cuya sangre, de algún modo, biológico o fantástico, corre también por mis venas.
Su altiva mudez no es silencio sino la grave y conmovedora voz del cuenta cuentos inmortal.
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